Milan Kundera
La insoportable levedad del ser.
Cuando yo era pequeño y hojeaba el Antiguo Testamento adaptado para niños y adornado con grabados de Gustav Doré, veía ahí a Dios sobre una nube. Era un anciano, tenía ojos, nariz, una barba larga y yo me decía que, si tenía boca, debía comer. Y si come, también tenía que tener tripas. Pero aquella idea me asustaba porque, aunque era hijo de una familia más bien no creyente, sentía que la idea de las tripas de Dios era una blasfemia.
Sin ningún tipo de preparación teológica, espontáneamente, comprendí desde niño la incompatibilidad entre la mierda y Dios y, de ahí, cuán dudosa resulta la tesis básica de la antropología cristiana según la cual el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Una de dos: o el hombre fue creado a semejanza de Dios y entonces Dios tiene tripas, o Dios no tiene tripas y entonces el hombre no se le parece.
(...) La mierda es un problema teológico más complejo que el mal. Dios le dio a los hombres la libertad y por eso podemos suponer que al fin y al cabo no es responsable de los crímenes humanos. Pero el único responsable de la mierda es aquel que creó al hombre.
(...) Mientras se le permitió al hombre permanecer en el paraíso (...) la mierda no se entendía como algo asqueroso.
(...) La disputa entre quienes afirman que el mundo fue creado por Dios y quienes piensan que surgió por sí mismo se refiere a algo que supera las posibilidades de nuestra razón y nuestra experiencia. Mucho más real es la diferencia que divide a los que dudan acerca del ser que le fue dado al hombre (por quién quiera que fuera y en la forma que fuera) y a los que están incondicionalmente de acuerdo con él.
En el trasfondo de toda fe, religiosa o política, está el primer capítulo del Génesis, del que se desprende que el mundo fue creado correctamente, que el ser es bueno y que, por lo tanto, es correcto multiplicarse. A esta fe la denominamos acuerdo categórico con el ser.
Si hasta hace poco la palabra mierda se reemplazaba en los libros por puntos suspensivos, no era por motivos morales. ¡No pretenderá usted afirmar que la mierda es inmoral! El desacuerdo con la mierda es metafísico. El momento de la defecación es una demostración cotidiana de lo inaceptable de la Creación. Una de dos: o la mierda es aceptable (¡y entonces no cerremos la puerta del water!), o hemos sido creados de un modo inaceptable.
De eso se desprende que el ideal estético del acuerdo categórico del ser es un mundo en que la mierda es negada y todos se comportan como si no existiese. Este ideal estético se llama kitsch.
Es una palabra alemana que nació en medio del sentimental siglo diecinueve y se extendió después a todos los idiomas. Pero la frecuencia del uso dejó borroso su original sentido metafísico, es decir: el kitsch es la negación absoluta de la mierda; en sentido literal y figurado: el kitsch elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable.
William Burroughs
(Illustrations drawn by me)
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This post is my manifesto where I claim the shit, because it is also part of reality.
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